Formar parte de un coro va más allá de simplemente cantar notas; se trata de un ejercicio de concentración, sensibilidad y disciplina que se desarrolla y perfecciona con el tiempo. Cada coralista debe concentrarse no solo en su propia voz, sino también en cómo esta se entrelaza con las demás, creando una unidad cohesiva. La sensibilidad es crucial, pues permite a los cantantes responder a las dinámicas del director y a las emociones transmitidas en la música. La disciplina es el pilar que sostiene todo, exigiendo una dedicación rigurosa tanto en ensayos como en presentaciones, asegurando que cada pieza sea interpretada con precisión y pasión. En conjunto, estos aspectos convierten a un coro en un ente vivo, donde cada voz individual contribuye a una expresión artística más grande y conmovedora.
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